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Caza

Cacería de jabalí y puma en Lihuel Calel

Recuerdos de hace treinta años

Autor: Viva Mariano Marcelo

Fecha publicación: 23/05/2012

Hace un poco mas de 30 años, en enero de 1980, por esos días yo era un adolescente próximo a cumplir mis 18 años, tenía mucho entusiasmo por la caza. El mismo que me invade hoy cada vez que parto en busca de algún jabalí

Aquella salida para mi no era una cacería mas, mi padre, hoy fallecido, estrenaba su fusil Weatherby Mark V de lujo calibre .340 weatherby. Un fusil que en esos años creaba entre nosotros y en especial en mi viejo, al cual apodaban Coco, mucho interés. El arma era de la prestigiosa marca norteamericana, pero este modelo era fabricado en Japón, para la mencionada Empresa.

En esos años partimos de Mar del plata, hacia La Pampa, a una zona del sudeste de la provincia, una estancia de 40.000 hectáreas. El lugar, típico pampeano, con montes bajos, clima semidesértico, y con la característica del lugar, lleno de espinas de alpataco, que pinchaban permanentemente los neumáticos del vehículo. Otro inconveniente era el acceso, ya que de la tranquera de entrada al puesto de la estancia había 40 kilómetros.

Llegamos a la casa y nos recibieron con un clima de gran camaradería, si bien, las comodidades del lugar no son las que brindan hoy los cotos de caza. Por los comentarios del encargado, el campo prometía mucho, fue así, como salimos a recorrer la zona.

El jabalí, mi padre, y yo.

Mi padre decidió apostarse en uno de los tajamares, del establecimiento ganadero, y dado la gran cantidad de pisadas de jabalí y de puma que marcaban el lugar, acomodamos la camioneta a unos 50 metros del agua, la cubrimos con una lona camuflada, y ramas, y nos acomodamos en la parte trasera del vehículo, mas precisamente dentro de la cúpula.

Sentados y ya apostados en el lugar, teníamos los fusiles ya cargados, con los prismáticos mirábamos el atardecer, esperando que asomara la luna.

No pasó mucho, y al poco tiempo de oscurecer, con una luna llena que iluminaba el inmenso tajamar, bajó el primer jabalí. No era un gran trofeo a primera vista, pero siendo mi segunda cacería, invadido de nervios y mucha adrenalina, apunté con mi fusil Sako calibre 7 milímetros Remingnton Magnum con munición de 150 grains.

Respiré profundo y a los pocos segundos disparé, el jabalí herido, con el tiro mal pegado, ganó el monte y desapareció.

Camioneta junto al puma.

Al otro día, lo buscamos entre los matorrales, pero no lo pudimos encontrar. Es el día de hoy, que escribiendo el artículo, recuerdo mi frustración, mi inexperiencia en el uso de fusil, los nervios, sumado a la mira Redfield con un retículo no muy adecuado, conjugaron todo para que aquella noche para mi fuera un gran fracaso.

A la noche siguiente, nos apostamos en el otro tajamar, el turno de mi padre había llegado. Al rato me dormí, me desperté cuando mi viejo me puso la mano en el hombro y en voz baja me susurró: el jabalí, con una luna inmensa, iluminando a pleno. Lo miramos con los prismáticos y recuerdo las palabras de él: !es bueno!

Levantó su .340 y disparó, el estruendo fue ensordecedor, el animal herido tras una breve carrera, quedó atravesado en el alambrado. El tiro de casi 70 metros, al otro lado del tajamar había sido correcto. Esa noche la cacería siguió.

El calor sofocante del mes de enero, indudablemente nos jugaba a favor, Los animales sedientos por las altas temperaturas del día hicieron que dos horas después del disparo, caminando muy tranquilamente, bajó un puma. Yo no quería tirar, entonces mi padre acertó con otro disparo del fusil Weatherby, así finalizando una cacería realmente para recordar.

Pasaron mas de 30 años, mi compañero de cacería ya no está, pero aquel jabalí de 24 centímetros como verán en la foto, y el puma, gratificaron la noche, quedando el gran recuerdo de la aventura vivida, que como seguramente nos pasará a todos los cazadores, estos son momentos que uno nunca olvidará.

Camioneta cubierta con lona camuflada.

Hasta la próxima.

Viva Mariano Marcelo

DNI 16.473.696